
Hay gente que defiende que la suerte no existe, que todo es una cuestión de actitud. Vas por la calle y te cae una maceta sobre el hombro, destrozándote la articulación. Un pesimista te dirá que has tenido muy mala suerte, que esa maceta podía haber caído en cualquier momento en lugar de cuando tú pasabas. Por otra parte, un optimista te dirá que qué suerte has tenido al caerte en el hombro y no en la cabeza, que eres afortunado por poder contarlo.
Algo parecido me pasa a mí con los granadinos 091. No sé si sentirme afortunado por haberlos conocido a raíz de su mejor disco, o todo lo contrario porque éste era el disco grabado el día en que se separaban. El álbum es el titulado con toda lógica como "Último concierto", y que recoge las mejores 30 canciones de lo que en realidad fueron dos conciertos de despedida, grabados en Maracena en 1996.
A quien no conozca a los "cero", les aconsejo escuchar este disco de pe a pa, ya que estoy convencido de que más de una canción les gustará. Y a quien ya conociese a los Pitos, Lapido y compañía, he de decirles que en este álbum encontrarán todas las grandes letras de 091, pero tocadas en muchos casos en su mejor versión. Y es que ése es uno de los detalles que más me gustan del Último concierto, que mientras algunas canciones suenan prácticamente igual que en los discos de estudio (con el añadido de los aplausos del público), en otras se permitieron dar una nueva vuelta de tuerca que mejoraba con creces la versión original.
Al ser un doble disco, con una treintena de cortes, se alternan las canciones de más ritmo con las más melódicas, pero sin sonar en ningún caso chocante esta mezcla. Sin ir más lejos, como si de un buen banquete se tratase, nos abren boca con un buen aperitivo, un "Palo Cortao" que, siendo la única canción instrumental del disco, no desmerece para nada la calidad del mismo y nos sirve para introducirnos en el ritmo frenético de estas 2 horas de rock andaluz. También suena pronto alguno de los pequeños grandes éxitos del grupo, como "¿Qué fue del siglo XX?", y es que aunque los cero nunca fueron número 1 en ventas, algunas de sus canciones son bastante conocidas, especialmente entre los buenos amantes de la música andaluza y ochentera.
Los primeros cambios de ritmo se producen con algunas de las canciones más lentas y filosofadas. Poesía hecha música y las emociones a flor de piel con los sonidos de "La noche que la luna salió tarde", "Escenas de guerra" o "Cómo acaban los sueños". Y de nuevo guitarras enérgicas y ritmos vibrantes para cerrar el primero de los discos con "Zapatos de piel de caimán" y "La calle del viento".
Y si el primer disco estaba bien amalgamado, lo del segundo ya es de traca. Tienen cabida desde las versiones, como la canalla "A mí con esas" de Los Brincos, hasta algunas canciones rescatadas de su primera época, cuando El Pitos era mucho más pitos que nunca, como "Fuego en mi oficina", que aquí escuchamos con una voz mucho más madura, pero con la misma socarronería que cuando la escribieron.
Para terminar mi recomendación sin pasar por cada una de las canciones (aunque podría porque todas me parecen muy buenas), no puedo dejarme "Esta noche", preciosa balada cargada de optimismo, como el que os hablaba en el primer párrafo. Igual que tampoco podía faltar "La vida qué mala es", la más escuchada en pubs y casetas de feria.
Y, por supuesto, la mejor versión que los cero se han hecho a sí mismos: "La canción del espantapájaros". Una fantástica letra y música que José Ignacio Lapido escribió allá por 1991, para su disco "El baile de la desesperación" y que en el día de su despedida suena como nunca. Respetando el tono y el uso de instrumentos como la armónica, consiguen hacer de esta canción una obra maestra con un tempo mucho más lento al original, y mucho más emotivo. Sumado a una letra sublime y en parte indescifrable, a uno no le queda más que quitarse el sombrero ante estos granadinos que sin hacer mucho ruido en las grandes listas, sí que crearon escuela.
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