“Que me concedan no pedirles nada/ pido a los dioses. Un yugo es la dicha/ y ser feliz oprime/ por ser un cierto estado”, dice en sus odas Ricardo Reis, ese heterónimo con que Pessoa mascaría la templanza de su desasosiego. Sucumbo a la negación y digo que no, no hay dioses. Y por tanto tampoco habrá diablo, aunque a veces dude del íncubo con que algunos hombres se manifiestan. Pero cruzo la puerta y me encomiendo a la lucha contra el demonio (recordando a Stefan Zweig). Un “cara a cara”.

Aunque este “Me and the devil” desate el lado oscuro de todos los que nos sigan, quizás sea la voz de Gil Scott-Heron la de algún Dios en un garito. También hubo en él un alma de poeta, que bien podría acompañar la seña de protesta en el social media de estos días. Y es que, piénsenlo, la verdadera revolución no será televisada. Apague la pantalla y váyase a la plaza (“The revolution will not be televised”).

Free Will (2010) es el disco que contiene esta disputa maléfica, de las que “New York is killing me” y “Your soul and mine” se tornan en maravillas. Además de la versión de estudio, mucho más sórdida y con estilo inconfundible, merece la pena atender a aquella en la que la Orquesta de la ciudad de Nueva York lo acompaña.

Les dejo en la hora, en su momento. Buen diálogo entre ustedes, “In the ruins of another black man´s life/ Or flying through the valley/ Separating day and night”.