
Entre los juegos infantiles que, recuerdo, paliaban ese hastío de estío en las tardes asomadas a la humedad marítima, siempre había uno que hacía superior a aquel que, con tan sólo una mano, jugaba a la emoción contenida o el disfraz engañadizo. Ante un semblante de tristeza casi histriónica, aquel que quería engañarme (o buscar la diversión y apaciguar mi inercia) pasaba una mano por delante de su rostro e inmediatamente, casi con la misma rapidez con la que, sin darnos cuenta, comienza a hervir el agua, esa expresión cambiaba a la contraria. Los adultos engullían su ánimo con esa careta manual que provocaba (mi) risa, más por la rapidez del cambio que por lo que significaba y es qué, ¿no es sino el semblante, en diversas ocasiones, un gesto de vulgar hipocresía?
“Payaso” es un tema con forma de bolero en su inicio, compuesto y hecho famoso por Javier Solís. El encargado de tornar el sonido a los derroteros del flamenco fue Bambino, que con su nombre italianizado se atrevió a llevar estilos aparentemente lejanos a los quejíos desgañitados. Del álbum La fuerza del destino (1990), al que pertenece la versión, destacan títulos de boleros (“Dos gardenias”) y hasta incluso lo que algunos reconocerán como ese “Manhã de Carnaval”, clásico brasileño inigualable compuesto para la película “Orfeu Negro” (“Adoro”). Mezclas prodigiosas y un atrevimiento en ese campo flamenco cada vez menos hermético.
Reconocer la derrota sería para algunos una caída orgullosa. Busquen entonces la careta más ligera, con que cambiar deprisa. Y atentos a la letra.