
Una máquina zurce de manera casi precisa telares en unos grandes almacenes. La ciudad de Montgomery en invierno es más fría que en otras ocasiones y ese halo de pureza corta el aire y lo llena de entereza. Rosa Parks sube al autobús que la conduce a casa en hora punta. Ante la concurrencia de viajeros, el conductor pide a Rosa Parks que ceda su asiento a una mujer. Rosa Parks era negra. Por tanto, una ciudadana de segunda relegada a la discriminación racial en la Alabama de 1955. Y hubo una línea divisoria, casi accidental, a partir de entonces. Posiblemente ese tema llamado “Strange Fruit” llegara a los oídos de Rosa muchos años antes, cuando esa fruta extraña colgaba de los árboles y la persecución rondaba las sogas y el castigo, pendientes de cada rama.
En un principio el tema recibió el nombre de “Bitter Fruit”, que Abel Meeropol publicó en la revista “New York teacher”. Billie Holiday le otorgó la merecida fama y esa interpretación digna del sobrecogimiento, que habla sobre magnolias y naranjas sureñas. La opresión racial y el linchamiento se ciñe sobre la música y así, merece la pena conocer la historia.
Muchas críticas persiguieron esa poética, que subyacía a oídos de todos pero quedaba cubierta por un velo de falsa moral por la masacre: la fruta extraña que pende de los árboles llenos de sueños.