
Recuerdo a menudo el sabor de aquel pan mirando al Bósforo. Beyoğlu bulle en Estambul como un barrio de mezquitas y ojos pardos llenos de sol pero también clama el lenguaje y reverbera a veces la risa ininteligible. Uno se cura, muy lejos de casa, cuando se cerciora de que la palabra es un regalo digno de reconocerse. Y así el vello erizado y un vuelco. De aquellas 150000 lenguas aún capaces de hablar el castellano antiguo, un sefardí otomano quiso gritarme en ese cruce de caminos aquella malagueña imperiosa: " (...) Qué bonitos ojos tienes debajo de esas dos cejas (...)". Guardan como un hogar la llave de su casa toledana pero custodian también, incluso con un periódico, el tesoro de lo que al expresar nos conforma. También Ana Laan quiso conservar el legado de lo español, del español. Suecia era la nieve pero allí la lengua comía sopa de almendras.
Bajo el seudónimo de "Ryta Calipso", Ana Laan grabó dos álbumes que pasaron por alto allá por 2002. Luego vendría el reconocimiento. La patria es más boca que patria, y Ana, nacida madrileña y adoptada sueca, estudiante de inglés, recabó un día en todo aquello que el español le había dado aún creciendo exiliada. "Sopa de almendras" es un tributo al idioma, hoy su día, y a todos aquellos posos de herencia intangible que perfeccionan un "ti" sin tilde. O pensemos: la manera en que vivirán, cuando pasen algunos lustros, nuestras barrigas hijas de la generación exiliada. Una esdrújula terca, un baile de lengua.
Sopa de almendras (2011) es el álbum con que esta examante de Jorge Drexler regresó con difícil edición en España. Regalen palabra o duerman con ella. Buen martes.
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