
“Que me concedan no pedirles nada pido a los dioses”, rezaría Fernando Pessoa en ese desasosiego de saudade portuguesa que desprende el Tajo; siempre las siete colinas. Cada vez que pienso en los dioses también imagino a esa Bardot sobre el mar de la Casa Malaparte de Adalberto Libera, tostándose al este de Capri y debatiéndose entre el desprecio y el sol abrasador de ilusiones (Le mépris, 1963). Pero el dios es un ser humano disfrazado de algarabía. Y así sin serlo, jugamos con sus mismas reglas.
“Immortels” es el tema con el que el mítico Dominique A, aquel hombre al que Francia admiró y dejó de lado ante sus cambios de sonido, quiso recordar a su amigo fallecido. La sensibilidad ruge en el escenario ante una banda tan amiga como implícita y así sabemos que es verdad, qué es verdad: que los dioses también bailan en la penumbra de la mirada, en la música o en el baile que recuerda una cierta huida, repentina e incierta.
“La musique” (2009) es un álbum lleno de preciosidades dignas de varias escuchas. Una apuesta de sensibilidad que no deriva tanto del idioma de su creación como de su autoría trémula y constante. Porque quizás más allá de la lengua también haya otro hablar desmesurado, desde el recuerdo o la alegría, pero este sí, universal.
Buen sábado de estío.