
El Low Cost Festival de Benidorm cumplía este fin de semana 5 años en el panorama estival español y la verdad es que se nota. Por una parte se ha aprendido de muchos errores de ediciones anteriores, pero por otra, al igual que un crío de 5 años, adolece de ciertos vicios o caprichos que, cada vez más, parece que serán imposibles de rectificar.
La política de precios que dio nombre al evento (el abono para todo el fin de semana cuesta sólo 35 euros cuando sale a la venta cada año) ha hecho que un verano más sea un éxito de afluencia, llegando a los 75.000 espectadores. Además, ha logrado gran repercusión en redes sociales gracias al enorme esfuerzo propagandístico realizado este año, donde por algún extraño motivo se ha querido fomentar la vena hortera de Benidorm y contagiar de ésta al festival. Pulseras de abono con estampados de leopardo, vídeo oficial protagonizado por Mª Jesús y su acordeón, y un excesivo empeño por la promoción de lo casposo han sido la seña de identidad del Low en 2013.
La organización ha mejorado mucho con respecto a años anteriores. Actitudes como regalar una cerveza a los que recogieran su abono con antelación han evitado escenas bochornosas como la de 2012, cuando una cola de hora y media impidió a muchos de los asistentes disfrutar de los primeros conciertos de aquella edición, especialmente del de Iván Ferreiro.
Otra fantástica idea (que luego veremos que también tenía su reverso tenebroso) ha sido la de integrar chips RFID en la pulsera y permitir su asociación con la cuenta de Facebook. Previendo la saturación de la red móvil de datos en el recinto, la organización del Low ha puesto a disposición de los festivaleros unos postes en los que, simplemente pasando la pulsera, podían hacer "me gusta" en el concierto al que estaban asistiendo o realizarse una foto y subirla inmediatamente a su muro.
También debido a la gran asistencia, se ha optado un año más por vender a los asistentes un vaso reutilizable (y retornable al final del festival), de modo que se podía pasear cómodamente por el recinto (la ciudad deportiva Guillermo Amor, por tercer año consecutivo), sin tener que estar esquivando restos de vasos rotos.
En el apartado meramente musical, la tarde del viernes se abrió temprano, aunque fueron las apariciones de Los Enemigos y Veronica Falls las que atrajeron a las primeras masas de melómanos sedientos de notas. Dos grupos que tuvieron la mala suerte de caer emplazados en el pistoletazo de salida, y que a buen seguro habrían reunido a más gente si hubiesen actuado más tarde.
Sin embargo, la organización quiso que abriésemos boca con el plato principal, y colocó a Two Door Cinema Club, cabeza indiscutible del cartel, al filo de la medianoche de esta primera jornada. Y no cabía duda de que el reclamo era bueno, ya que los irlandeses llenaron el escenario principal e hicieron gozar de lo lindo al personal con un sonido muy puro y limpio, con sus inconfundibles guitarras sonando casi igual que en los discos de estudio.
Quizá si algo se puede achacar a la banda liderada por Alex Trimble es precisamente eso, que no arriesgasen a hacer algo distinto, a ofrecer al fan algo nuevo que no puedan encontrar en los álbumes. Tan sólo al inicio de What you know, con la que cerraron su actuación, se atrevieron a cambiar los compases para entonarla más lenta y arrastrar al público al estado de excitación que seguramente esperaban desde que los vieron presidiendo el cartel. Y es que, aún estando en estado de gracia, no son Placebo (por compararlos con los cabeza de cartel de 2010 y 2012).
Two Door Cinema Club cedió el escenario principal a los granadinos de Lori Meyers, que, sin llegar a la calidad técnica de los irlandeses, demostraron estar más curtidos en animación y ofrecieron un concierto que no defraudó a sus incondicionales. Los de Loja supieron adaptarse a su público, subiendo el ritmo y reiterando hasta la extenuación los estribillos, ya de por sí repetitivos, de sus grandes éxitos. No faltó tampoco el momento reivindicativo en que aprovecharon la letra de Alta fidelidad para dedicarle un "todo esto es culpa de la gente" a los políticos que han subido el IVA de la música hasta el 21%.
El segundo día de festival fue el más dispar para sus seguidores. Mientras algunos decían que era la jornada más floja (aquí me incluyo), otros afirmaban que era el día que mejor cartel reunía. Supongo que esto es lo bueno de este tipo de eventos, que los gustos varían y el público no es una masa uniforme.
Delafé y las flores azules (ya sin el tercer miembro que aportaba "Facto" al nombre del grupo) y Belle and Sebastian se encargaron de animar al personal hasta que llegó la hora de Portishead, principal aliciente de la noche. Y aquí debo decir que me sentí profundamente decepcionado. Esperaba disfrutar de la voz de Beth Gibbons y su trip-hop, pero lo que me encontré fueron canciones llenas de ruido donde los instrumentos iban por una parte y la cantante por otra distinta, como si se empeñasen en interpretar temas distintos.
Abandoné el escenario principal para escuchar a Dorian, pudiendo comprobar así una de las grandes pegas del Low: los conciertos de los dos escenarios mayores se solapan en una media hora y los accesos de entrada o salida al campo de fútbol donde se ubica el principal hacen que sea agobiante el plantearse cambiar mucho, por lo que al final te acabas quedando sin ver a muchos artistas. Por eso, por ejemplo, no pude sino oír de lejos los temas de Crystal Castles. Así que, dando la vuelta al repetitivo estribillo de los barceloneses, lo último en lo que piensas es en ir "a cualquier otra parte".
Y gracias a esto pude descubrir al grupo que más me sorprendió: los también barceloneses Mendetz, que hicieron acto de presencia tras la salida de Dorian. Su pegadizo synth-rock propició uno de los conciertos más divertidos, si bien no fue de los que más afluencia tuvieron. Ritmo, muchísimo ritmo, sintentizadores y guitarras. Una buena mezcla que atrapó a quienes los escuchaban, especialmente con la fantástica versión que hicieron del Freed from desire de Gala, o con su principal éxito, Futuresex.
Un breve inciso: invitar al mismo festival y agrupar en menos de 24 horas a Dorian, Delorian y Delorentos, parece un acto de mala leche. "¿Pero éstos no habían tocado ya?" o "No jodas que ya han sido, si yo pensaba que tocaban más tarde" eran algunas de las frases que más se escuchaban al mencionar a alguno de estos tres grupos.
El domingo, de nuevo quienes entraron pronto tuvieron que elegir entre dos grandes grupos como Glasvegas y L.A. , que sólo estuvieron separados 20 minutos en el inicio de sus actuaciones y se restaron público mutuamente.
Pero más tarde llegaría el concierto que puso de acuerdo a todo el mundo. Posiblemente eran los segundos o terceros cabezas de cartel, pero fueron los grandes triunfadores del Low Cost Festival, que de hecho no paraba de anunciar que su actuación sería la única que llegaría a las dos horas. Los catalanes Love of lesbian se comieron el escenario y dieron una muestra magnífica de cómo se ha de tocar en un concierto, máxime en un festival.
Con el estadio a reventar, Santi Balmes y compañía fueron desgranando uno por uno sus hits sin apenas bajar el ritmo, y cuando lo hicieron supieron ser cercanos al público (incluso invitaron al escenario a varios espectadores para disfrutar de su compañía). Supieron como nadie hipnotizar a los fans, siendo capaces incluso de evolucionar las canciones mientras las tocaban y de llevar su Allí donde solíamos gritar del punto melancólico al guitarreo más rabioso.
Pero la mejor muestra de que su conexión con el público era total es que, aun estirando Me amo hasta los 10 minutos, consiguieron que la gente quisiera todavía más. Comenzaron invitando a los espectadores a que cantasen a capella "Como yo me amo, convéncete, nadie me amará", hilaron con su propia canción a la que más tarde, aprovechando el ritmo charlestón, añadieron un "Mama, cómprame unas botas, que las tengo rotas de tanto bailar". Pero cuando parecía que el tema llegaba a su fin, Balmes reelevó las ganas del público intercalando un divertido monólogo en el que nos invitaba a querernos más y a ser un poquito cabrones. En definitiva, se metieron al público en el bolsillo, demostrando que tienen tablas de sobra para estos saraos.
Como fin de fiesta, una Fangoria que apenas ha cambiado su repertorio en décadas pero que sabe aprovechar mejor que nadie el tirón que su marido tiene entre las chicas, fue la última en llenar el estadio, poniendo un broche kitsch a la 5ª edición del festival.
Cinco años en los que las palabras Low Cost han dejado de significar para mucha gente vuelos baratos, se ha llegado a un público muy extenso y se han traído a grandes grupos, tanto nacionales como internacionales.
Pero cinco años en los que también se podría haber aprendido que hay errores que no se pueden cometer año tras año. Empezando por el sistema de tokens que utilizan para las bebidas. Obligar a la gente a comprar fichas en paquetes de 10 euros, aunque sólo vayan a tomar un refresco, situando el único punto de retorno en el extremo más alejado del recinto, con el fin de que los asistentes desistan a la hora de recuperar su dinero, no es que dé muy buena imagen. Y menos que se pongan unos precios excesivos, que provocaron que gran cantidad de personas llevasen botellas, petacas y otros artilugios al recinto, habiendo grandes colas en la entrada, cacheos masivos y escenas de nervios cuando se requisaban estos objetos a los presentes.
Y tampoco es muy honesto decirle a los lowers que les vas a permitir hacer "me gusta" o subir sus fotos sin advertirles que los vas a utilizar como plataforma publicitaria andante, llenando sus publicaciones en Facebook de marcas comerciales, hashtags y palabras clave para aumentar la visibilidad de la marca en las redes sociales.
Estos dos, junto con el tema de los accesos y solapamientos, son los puntos negros de un festival que reúne a grandes artistas y que cada vez convence a más fanáticos de la música. Esperemos que en 2014 siga mejorando. Mientras, en dSong, seguiremos recomendando a muchos de los grupos que por allí han pasado o pasarán. Porque nos encanta disfrutar de la música.
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