Abril es un mes de playa incipiente que rasga con un sol de primavera la arena tibia de invierno. También el viaje de los animales nómadas se inicia como bandada y retorno sobre nuestras cabezas y nos pasa, una a una, por las ideas terrestres. En ese viaje de familia inquebrantable, pienso a veces en las aves extraviadas de su estirpe: un par de flamencos rosados sobrevolando el Mediterráneo, de vuelta a casa. Una suerte de “Pájaros perdidos”, como aquel tango de Piazzola con letra fácil y rimada, pero que traza el camino de las plumas que no saben su camino.

“Where flamingos fly” pareciera más una pregunta que una respuesta segura en torno al destino del viaje. ¿A dónde vuelan los nómadas cuando el hogar es incierto? Gil Evans ensimismó con unos acordes misteriosos y una melodía ondulante de viento este tema precioso incluido en el álbum del mismo nombre, en el año 1971. Múltiplemente versionado por artistas como Linda Lawson, Dakota Staton o en la sutil propuesta de Maria Răducanu, Vlaicu Golcea y Sorin Romanescu, que nos pudiera recordar a la islandesa sagrada Björk en su mesura.

En el otoño en que las aves emprenden su huida nos queda aún el largo invierno para marcar el lugar del regreso. Hasta entonces y sobrevolando, buenos días.