
Edvard Grieg nació en Bergen, Noruega, en la primera mitad del siglo XIX. Hijo de una profesora de piano y pupilo de un gran violinista, no es de extrañar que creciera en él la semilla de la música y que ingresase en el conservatorio de Leipzig.
Sus composiciones más destacadas fueron para piano, sobresaliendo las Piezas líricas y el Concierto para piano en la menor. Sin embargo, su obra más relevante y conocida 140 años después de su estreno, fue un encargo para acompañar el drama Peer Gynt, de Henrik Ibse.
Por desgracia, serán muchos los que reconozcan sus notas y sean capaces de tararear dos o tres piezas de Peer Gynt, sin ni siquiera saber poner nombre al autor ni a la melodía. Así, La mañana, movimiento encargado de abrir la suite, será ampliamente identificado con un amanecer por la cantidad de veces que hemos visto representado el nacimiento del día acompañado de la flauta primero y las cuerdas después.
La otra pieza inconfundible es En la gruta del rey de la montaña. En ésta, se representa al campesino Peer Gynt saliendo a escondidas de la mazmorra del rey, lo que Grieg ilustró sonoramente con graves y cadenciosos fagots. Luego es descubierto y perseguido por los trols del rey, en un fogoso crescendo que se rompe cuando el campesino choca con el monarca y empieza a intentar huir de un lado a otro.
Si se escucha atentamente, es muy fácil visualizar la escena representada por Grieg, e incluso reconocer los instrumentos que otorga a cada personaje, en una maravillosa sinestesia salida de la mente del compositor noruego. Una delicia para los oídos.